En los últimos tiempos se han puesto de moda las “dietas religiosas”. Una de las más famosas es la dieta del Creador, también llamada dieta de la Biblia. Fue desarrollada por Jordan Rubin, un judío mesiánico (convertido al cristianismo). Rubin afirma que Dios, en el Antiguo Testamento le dio al hombre todas las reglas para comer sanamente; por lo tanto, si se siguen esas reglas, que según Rubin tienen validez científica comprobable, se puede adelgazar y vivir mejor.

Según se cuenta, a Rubin le diagnosticaron una enfermedad incurable a los 21 años. La medicina no le ofreció una cura y entonces la buscó en su fe. Siguiendo sus convicciones religiosas, creó un régimen alimentario que finalmente lo llevó a recuperar su salud.

Esta dieta propone listas de alimentos permitidos (vegetales, frutas) y no permitidos (mariscos, cerdo), basándose en reglas bíblicas. Se emplean alimentos orgánicos, incluyendo carnes. Como el suelo, actualmente, no provee todos los nutrientes necesarios, es necesario agregar suplementos especiales (que el mismo autor produce y vende a través de su propia empresa).

La dieta, como otras, se divide en tres fases.

Fase 1

Abarca los días 1-14. En ella, se restringen comidas ricas en carbohidratos como granos, pastas, panes, azúcar, patatas, maíz, legumbres. Se trata de estabilizar la insulina y el azúcar en sangre, para lograr un efecto desintoxicante. Hay que ingerir alimentos proteicos, vegetales y aceites sanos (omega 3 y 6). Es la etapa más difícil de la dieta. Se debe tomar mucha agua y descansar bien.

Fase 2

Los días 15-28. Continúa la pérdida de peso, pero más lentamente. Se mejora la digestión mientras se aumenta el consumo de calorías energéticas.

Fase 3

Incluye los días 29-40. Es la habitual fase de mantenimiento, diseñada para estimular el consumo permanente de los alimentos permitidos. Se reintroducen los granos y alimentos más altos en azúcar, como las patatas. Cualquier desvío de la dieta implica volver a la fase 1 o 2.