Loren Cordain afirma que, aunque los seres humanos vivan en un mundo hipermoderno, con grandes ciudades y complejas tecnologías, aún tienen la estructura genética de la Edad de Piedra. Estudios del ADN de grupos étnicos de todo el mundo confirman que el genoma humano actual es idéntico al de los hombres que vivían hace 40.000 años, mucho antes de la Revolución Agrícola, que sucedió hace “sólo” 10.000 años.

La agricultura comenzó cuando aquellos hombres abandonaron su estilo de vida cazador-recolector para sembrar los precursores genéticos de lo que hoy son el trigo y la cebada. Luego, domesticaron animales de granja (cabras, ovejas, vacas, cerdos). Adoptar la agricultura fue necesario por la creciente población humana, la extinción de los grandes mamíferos y el “techo proteico” de la fisiología humana (los animales pequeños tienen menos grasas y más proteínas que los grandes).

Los cereales podían ser almacenados durante el invierno y permitían diluir el exceso de proteínas resultante de comer aves, conejos, pequeños pescados, reptiles. Pero ha pasado muy poco tiempo evolutivo para que el organismo humano se adapte a esa nueva forma de comer.

Los productos lácteos, el azúcar, la sal, las legumbres tampoco formaban parte de la alimentación originaria de la humanidad. Y ninguna sociedad cazadora-recolectora era vegetariana…

La carne de caza magra y el pescado eran los alimentos básicos en las dietas de los cazadores-recolectores; como se sabe, ambos son de los alimentos más sanos (la carne de caza contiene 2-3 veces más grasas polinsaturadas y casi 5 veces más ácidos grasos omega-3 que la de ganado domestico alimentado con cereales).

Hay grandes evidencias de que la proteína animal magra es muy efectiva para perder peso. Todos los alimentos requieren, para su digestión y asimilación, una cierta cantidad de la energía del propio organismo (termogénesis). La proteína aumenta el metabolismo corporal 2-3 veces, o sea que facilita la pérdida de peso mejor que los carbohidratos o las grasas.

La carne también da una mayor sensación de saciedad que las comidas vegetarianas con muchos carbohidratos.

En el fondo, los seres humanos siguen siendo cazadores-recolectores, genéticamente adaptados para seguir una dieta dominada por las carnes magras, y frutas y verduras con bajo contenido de azúcares.

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